Rechinan persianas en lo bajo,
El sueño se torna vigilia, taquicardia, vacío
Y el deseo que despierta se reconoce angustia
Rechinan en mi mente las bajas persianas de un amor prófugo
Mientras se alejan presurosos los negados pasos que
se pierden confusos entre libros y cafés
Rechinan en lo alto párpados de chapa, tensos por la ansiada soga
El amor se confunde y se cree ira, la ira se confunde y se cree muerte
Muerte que no asusta, que abraza, que libera…
Cae por favor telón de ferrite!,
Hazlo ingrávido y silencioso, cálido y fulminante
No dañe ya mis tímpanos tu roce metálico
Abráceme ya la sombra eterna
Contrae tu músculo inerte y mecánico una última vez,
Y que ya no seas penumbra;
que el pétreo tapíz encolumnado se haga traslúcido frente a tí!
y mis entrañas se revelen definitivas, ineludibles, obligatorias, absolutas..
Resuena lejano el eco rechinante, expulsorio.
Apenas audible, aún audible, la esperanza desgarra en jirones la retorcida tripa
Se encumbra. se aleja, se oye y se pierde…
Se divide en mil sonetos, en mil canciones y desaparece, inaudible…
Ya no sangra el tímpano, ya no se eriza la piel,
Ya no pena mi alma tu sordera, ya no carga en ella tu condena.
“Lo que el amor se rehusa a entender bien comprenden el odio, la angustia y el rencor”.
Asoma tu rostro, entregate al viento... tan solo una caricia y sabrás como siento. Con fuselaje de letras, palabras aviadoras, remontan al cielo y vuelan por horas. Tú nos ves llegar, tú nos recibes, tú nos acoges y nos despides. Cuando me necesites estaré, cuando no, callaré y cuando comprendas... al fin partiré. Si alguna vez no me encuentras no maldigas por mi, no te he dejado, viajo lejos por ti. Aqui me despido, pues alguien me llama, pronto regreso... no pierdas la calma.